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Los inquilinos

(Fragmento de un cuento de Jan Neruda)


Cada casa es un nuevo cráter que ya ha "vomitado" a la calle entera la mitad de sus moradores. Y hay más enseres en las calles que en las casas, como si la población temiera un terremoto. Vivimos tiempos de mudanzas, tiempos de horror, de tristeza, de desesperación.

Carretas llenas hasta los topes se arrastran por las calles, despacio, como un cortejo fúnebre; sobre el empedrado se ven esparcidos aquí y allá restos de madera de las tinas de agua rotas y los píes insepultos de antiguos sillones; en la entrada de la casa, una madre de familia, pálida y triste, está sentada sobre un saco de paja, como una mujer judía bajo los sauces de Babilonia (...).

El padre tiene la mirada perdida y sombría; los niños lloran; el mayor de los chicos, como despedida, tira una vez más de los pelos al hijo del que hasta ahora era vecino. Esa es toda la despedida. (...).

(...). Praga languidece en las garras de tres mil quinientos cuarenta y ocho tiranos (...). Así como todos los oligarcas se esfuerzas por chupar hasta la última gota de sangre de sus súbditos, así esos pequeños tiranos de Praga imponen a "su pueblo" los alquileres más altos posibles. Y lo hacen de una manera cruel, sí, ¡incluso sarcástica! Justo media hora antes de la expiración del plazo oficial, cuando el pobre inquilino, con el alma en vilo, deja de contener la respiración en la creencia de seguir con tranquilidad en la casa sin un nuevo "aumento", ¡llega la portera y anuncia que el casero "sube doscientos florines"! (...).

Y el inquilino está indefenso, se retuerce como un miserable, como un gusano pisoteado. Se traslada del primer piso al segundo, después al tercero y luego directo al desván; todo en vano, pues las subidas de precio de alquiler han acabado por expulsarle también de allí.


(Fragmento de "¿Vivimos?", extraído de Imágenes de la vieja Praga, editorial Juventud. Traducción de Virginia Pérez).




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