(Texto leído a propósito de la presentación del libro de Hana Hanusova Son ellos los hermanos Capek, el 03 de mayo del 2017).
El primer contacto de Karel Capek con nuestro país, seguramente, haya sido a través de Borges que, en 1939, en la revista Hogar, escribió una breve reseña biográfica, en la que destacaba la decisión del autor de rechazar la universalidad del idioma alemán
Ese rechazo al asilo lingüístico, que Borges señala, puede verse repetido tiempo después, cuando Capek toma la decisión crucial de Capek de no aceptar el asilo ofrecido por Inglaterra (además de otras naciones), para quedarse a morir en Praga, enfrentando el avance del nazismo, que, tiempo después de su muerte, acabaría también con la vida de su hermano, arrestado y enviado al campo de concentración de Bergen-Belsen por escribir abiertamente contra el régimen.
Con Borges, Capek, comparte el rasgo universal que destilan sus obras. La audacia de pretender (y alcanzar) desde culturas marginales abarcarlo todo, la intención de apropiarse y reclamar, también para ellos (autores menores de países periféricos) el derecho a escribir sostenidos en una cultura occidental, produciendo una literatura que les permita incorporar a los mitos occidentales los rasgos de su propia escritura. Tal como la hacen directamente en Historia Universal de la Infamia y Apócrifos.
Desde la Praga cosmopolita y multicultural, de las primeras décadas del Siglo XX, los hermanos Capek llamaron, con R.U.R., anticipadamente la atención sobre el peligro y la amenaza que puede llegar a representar para el hombre el avance indiscriminado de la tecnología.
Una problemática actual, en un mundo en el que el reemplazo del trabajo del hombre por la utilización de máquinas y tecnología crece exponencialmente. Una sociedad en la que el final feliz de Mateo (obra de A. Discépolo, en este y en otros puntos análoga a R.U.R) se torna imposible, vehículos autónomos (que ya se encuentran circulando en varias ciudades del mundo) mediante.
Las escenas de R.U.R. plantean, desde hace ya casi un siglo, una pregunta y un reclamo que debería estar más vigente que nunca, acerca de cuánto más deberemos seguir esperando para llevar adelante la más lógica y racional reforma laboral que debería ser llevada a cabo, la implementación, de una vez por todas, de una reducción de la jornada laboral de 8 horas diarias.
Las máquinas, desde hace décadas hacen mucho de nuestro trabajo, y de forma, además, mucho más rápida y eficiente. Abaratando los costos, incrementando la eficacia y aumentando la rentabilidad de las inversiones. Y pese a ello nosotros, simples mortales, no tenemos, al respecto de nuestros antecesores, más tiempo, ni menor estress, ni un ritmo de vida menos acelerado. Sino, más bien, incluso, todo lo contrario.
Y a todo esto seguimos creando y produciendo nuevas tecnologías a las que no sabemos bien qué son inventadas, o cuál puede ser su verdadero sentido.
Una nota publicada, hace apenas unos meses, informaba que una empresa en Japón había conseguido producir el teléfono celular más delgado del mundo. Los incomparables esfuerzos del hombre han logrado, en un prodigio internacional, reducir la altura de un teléfono móvil en 1,1, milímetros, consiguiendo que ese abultado aparato de siete milímetros, ahora ocupe nada más que un espacio de cinco.
La obra de los hermanos Capek es también un canto a la más íntima y profunda libertad del Ser Humano, que reside en su capacidad de rebeldía, en su posibilidad de no obedecer. En R.U.R., la continuidad del hombre, el escape a su extinción definitiva, sólo es posible y alcanzada a través de un acto de desobediencia, y de amor, a través de Radius, quien, incapaz de obedecer (a pesar de su naturaleza robótica) vuelve sembrar la semilla humana sobre un planeta desértico, infectado de robots.
La obra de los hermanos Capek se encuentra, en toda su extensión, repleta de humanismo, y ese humanismo se encuentra, siempre, colmado de una inmensa ternura.
Sus voces, las voces de esos hermanos que siempre estaban juntos (tal como los describe Seifert en Toda la belleza del mundo), siguen expresándose en sus obras con tanta nitidez como la de ese personaje X que, aún sin ser escuchada, anuncia una y otra vez la tragedia en La Guerra de las Salamandra. Es una voz unificada, suave y gentil que contempla al mundo a través de una mirada libre de toda maldad.
Un tono de voz que es también el de sus cuentos para niños, reunidos, en español, por la editorial Siruela.
Cuentos que proponen un retorno a la infancia (la etapa más pura, menos ambiciosa y más lúdica del hombre), también presente en El juego de los insectos, en donde los hermanos Capek se aproximan al universo infantil en la composición de la obra en forma de fábula, creando una tragicomedia en la que se describe la vida, la muerte, la ambición, el trabajo, la belleza, y en general del mundo y las sociedades modernas, tal y como, el Hombre del siglo XX las ha construido y organizado.